Durante mucho tiempo, creí que tenía que ser normal para ser feliz. Intentaba integrarme, pero en el fondo sabía que era diferente. Una extranjera inconformista buscando su lugar en el mundo, convencida de que no pertenecía a ningún lugar.

Sintiéndome sola, frustrada y atrapada en una cadena de relaciones tóxicas, llegué a un punto de inflexión. Fue entonces cuando decidí tomar las riendas de mi vida y comencé mi proceso de transformación de Coaching de Imagen.

A través de este viaje, descubrí el poder de apreciar mi rareza. Acepté que está bien no querer tener una vida convencional y que mi experiencia es válida. La diversidad es bonita.

A pesar de haber trabajado en la industria de la moda durante 16 años, nada cambió más mi forma de vestir que conectar conmigo misma. Me di cuenta de que me estaba empequeñeciendo y que mi miedo al color estaba relacionado con esto: me había estado escondiendo durante años, vestida de negro de pies a cabeza. También dejé de buscar la validación externa y empecé a utilizar mi estilo para abrirme espacio. 

Al centrarme en mi propia felicidad y expresarme con autenticidad, hice nuevos amigos, que también son raros a su manera. Son únicos e inspiradores. Ya no me siento fuera de lugar ni sola: he descubierto a mi tribu. Para mi sorpresa, también rompí mis patrones de pareja y encontré el amor. Ahora estoy en una relación sana en la que nos ayudamos mutuamente a crecer.

Me siento muy afortunada de poder ayudar a otras personas a sentirse vistas, escuchadas y orgullosas de sí mismas. ¿Estás preparada para dar el siguiente paso? 

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